La Banalidad del Mal y el Holocausto en Gaza

Justo en el siglo XXI, tenemos una nueva experiencia con los holocaustos, una que nos permite explorar nuevas nociones sobre la naturaleza del mal. Foto: EFE
Por: Omar Hassaan Fariñas
6 de junio de 2025 Hora: 19:14
Hannah Arendt (1906-1975), historiadora y filósofa alemana de familia judía, fue estudiante de Martin Heidegger, uno de los filósofos más destacados de Alemania. Entre sus obras más importantes, tenemos «Eichmann en Jerusalén: Un Informe Sobre la Banalidad del Mal», sobre el juicio sionista a Adolf Eichmann, funcionario del Partido Nazi y uno de los organizadores del Holocausto en Europa. Arendt nos presenta la expresión «la banalidad del mal». Con esta, Arendt indica que Eichmann no era en realidad un sociópata, sino una persona común y corriente que nunca pensaba por sí mismo, y más le importaba el ascenso social y profesional, que la ideología. Arendt exploró la naturaleza del mal, considerando si este no es simplemente un resultado de la irreflexión individual, una tendencia de la gente común a obedecer órdenes y conformarse a la opinión pública, sin evaluar críticamente sus propias acciones.
Según Arendt, Eichmann no era un monstruo. En vez, ella ofreció un contraste entre sus acciones, y lo ordinario y banal que fue este. La banalidad, en este sentido, no se refiere a las acciones de Eichmann, sino a sus motivaciones, las cuales eran una complacencia que era nada excepcional. A la vez, Arendt criticó la forma en que los sionistas llevaron a cabo el juicio, calificándolo de «un espectáculo», y con motivos políticos, ajenos a la istración de justicia. Describió al fiscal de ese proceso como alguien que empleaba una retórica hiperbólica en vez de argumentos jurídicos sólidos, con la finalidad de impulsar la agenda política del entonces Primer Ministro sionista, Ben-Gurion. Arendt también criticó el énfasis del fiscal en los crímenes de Eichmann, como cometidos contra un Estado-nación, y no contra la humanidad misma. También rechazó la idea de que un Estado sionista “fuerte”, sea la única opción para proteger al judaísmo mundial.
Curiosamente, debido al cuestionamiento del juicio politizado y propagandista, Arendt fue brutalmente atacada por los sionistas. La llamaron arrogante, despiadada y mal informada. La acusaron de ser una «judía que se odia a sí misma» e incluso de ser enemiga de la Entidad Sionista. Arendt fue criticada por su falta de compasión por las víctimas del holocausto europeo. Igualmente, fue tachada de «antisemita», supuestamente por “humanizar” a Eichmann con el uso del término “la banalidad del mal”, pero en realidad, ella fue condenada, al igual que tantos lo son hoy en día en el mundo occidental, a raíz de sus críticas al sionismo, y las intenciones del juicio de legitimar el proyecto sionista, en lugar de lograr la justicia.
Lamentablemente, justo en el siglo XXI, tenemos una nueva experiencia con los holocaustos, una que nos permite explorar nuevas nociones sobre la naturaleza del mal. La “banalidad” a la cual se refiere Arendt, se manifiesta en la mayoría de los líderes occidentales, y en una parte cada vez menguante de sus poblaciones, quienes siguen defendiendo el Holocausto en Gaza, y los criminales de guerra en Tel Aviv. Estos contemporáneos “negacionistas” del Holocausto (los llamados “Holocaust deniers”) del mundo occidental, se basan en motivaciones puramente banales para seguir defendiendo lo indefensible: sus intereses geopolíticos, o el desesperado deseo de evitar, a cualquier precio, ser etiquetados como “antisemitas”.
Ahora bien, ¿cómo comprender a quienes instan a masacrar a los niños palestinos y a sus madres? Una rápida investigación sobre los llamados de los sionistas a exterminar a los niños palestinos, nos arroja resultados abrumadores y escalofriantes. “Los niños palestinos son «pequeñas serpientes»”, escribió la política sionista Ayelet Shaked, en el 2015. En una publicación de Facebook publicada en el Washington Post, Shaked declaró la guerra a todos los palestinos y exigió el asesinato de «las madres de los mártires palestinos…(pues)… deberían seguir a sus hijos», escribió, «nada podría ser más justo». Shaked llegó a ser ministra de “justicia” de la Entidad Sionista, paradójicamente. Eso fue en el 2015, lo que nos hace preguntar: ¿Qué pensarán ahora, en el 2025? Eso sí, hasta para los políticos europeos —los más “banales” de este holocausto — ya es claro que este proceso en Palestina es un exterminio sistemático y deliberado de los niños palestinos.
Si Arendt estuviera viva en la actualidad, y tuviera que “examinar” a los de la sociedad sionista que viven en la Palestina ocupada (como ella hizo con Eichmann), no llegaría a ver banalidad alguna. En cambio, tendría que ampliar sus categorías sobre el «Mal», para poder definir lo que es una forma de este que se encuentra bien lejos de la banalidad. Sin embargo, si lo hiciera, se vería inmediatamente expuesta a acusaciones de «antisemitismo», y sería regañada por olvidarse de que no existe “simetría” entre los seres humanos sionistas, y esos «animales» palestinos. Aparentemente, esto último es una práctica sionista habitual: acusar a los mismos judíos europeos de ser «antisemitas», si denuncian el Holocausto en Gaza, o el exterminio de los niños palestinos.
La «Banalidad del Mal» de Arendt es una mera forma «pasiva» del mal, pero en el sionismo actual, se evidencia otro tipo de malicia, uno que es bastante «activo». Es el mismo mal “activo” que durante la Segunda Guerra Mundial, había decidido que los judíos no deben existir, y no podrán compartir Europa con ellos. Ahora, esta misma forma de malicia, ha decidido que los palestinos no deben existir, y no podrán compartir la Palestina con ellos, pues ni siquiera pueden tener el pequeño y patético trozo de tierra que las Naciones Unidas les permitieron llamar suya, en 1947-48.
Se les olvida a los negacionistas del terror en Gaza, que todas estas fueron tierras palestinas, ante de ser brutalmente robadas por la Haganá, el Irgún, el Lehi y las demás bandas terroristas sionistas que los ladinos británicos crearon en Palestina, durante las décadas de 1930 y 1940. Precisamente este mal “activo” que se contrasta con el mal “pasivo” de Eichmann y demás artífices del Holocausto europeo, es el que NO posee sus raíces en la “banalidad” de los ascensos profesionales o la obediencia a las superiores, sino en la codicia infinita de los ladrones de tierras, combinada con el egoísmo de querer que lo único que se aborde en este mundo, sea lo que ellos quieren, y nunca lo que otros necesiten.
Cuando la codicia se combina con el egoísmo, el resultado es una arrogancia que lleva a la deshumanización (y eventualmente extermino) del «Otro», ese “Otro” que “estorba” los intereses del codicioso y egoísta. Sin duda, el trabajo de Arendt sobre las raíces del mal, está lastimosamente incompleto. Tenemos nuevos «Eichmanns» que observar y estudiar, y nuevas nociones de un mal altamente “activo” que actualmente está exterminando a la Nación Palestina, irónicamente, sobre el propio territorio palestino. Aún más irónico, estos nuevos «Eichmanns» que podemos observar, pertenecen al mismo grupo de gente de la filósofa Arendt. Me preguntaría si ella consideraría irónico estudiar a judíos de ascendencia europea, pero no como víctimas, sino como perpetradores de genocidios y Holocaustos. No obstante, si ella o el autor de este artículo se proponen hacer esto, serían automáticamente acusados de ser «semitas antisemitas», por más absurdo que sea este término, ya que quien suscribe es árabe y, por lo tanto, también semita como la Señora Arendt, incluso hasta como todos los palestinos…
¡Que Viva Palestina Libre!
Autor: Omar Hassaan Fariñas
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